Los detectores moleculares son el último grito de la moda en la guerra contra el narcotráfico en México. Armados con una varita mágica, elementos del Ejército, la Policía Federal y demás instancias de seguridad buscan estupefacientes con un aparato tan increíblemente avanzado que ni sus fabricantes saben cómo explicarlo.
¿En que consiste un detector molecular? Es muy sencillo: en un tubo de plástico con una antena. Es en serio: si diseccionamos el aparato, lo único que hallaremos son estos dos elementos. Nada de circuitos o baterías u otras nimiedades mundanas. Basta con que el soldado o el policía lo sujete (porque, por supuesto, se alimenta de la energía humana) y lo apunte por doquier. Entonces la antena señalará a alguna casa y ¡voilá! ¡Ahí hay narcos! ¡Atrápenlos!
Huelga decir que los detectores moleculares son un absoluto timo. El Detector Molecular GT200 es manufacturado por la casa inglesa Global Technical Ltd. Según el fabricante, el principio científico detrás del detector es que cada sustancia posee una carga magnética que, al ser estimulada por un impulso eléctrico, crea una atracción entre dicho componente y el detector. Por supuesto, al ser tan sofisticada la tecnología, la empresa obliga a sus clientes a firmar una cláusula de confidencialidad para que nadie sepa de la superchería.
El aparato, por cierto, no utiliza baterías, sino que se alimenta de la energía del cuerpo. Por esta razón, la gente que lo usa debe ser capacitada. Y no sólo eso: también debe estar convencida de que el dispositivo funciona, porque si no se tiene fe en el detector, simplemente no servirá. Digamos que, de alguna forma, el GT200 canaliza la voluntad humana para detectar drogas.
El detector molecular ha generado controversias desde hace muchos años. En enero de 2010, una investigación encontró que el sensor del GT200 consiste, básicamente, de un emparedado de dos pedazos de plástico con una hoja de papel en el centro. A pesar de las pruebas irrefutables de su inoperabilidad, Gary Bolton, vocero de la compañía fabricante, anunció que el hecho de que no contenga partes electrónicas no implica que no funcione como se describe. Si usted pensó en las Power Balance, es mera coincidencia.
¿Saben qué es lo más gracioso? El precio. Cada uno de estos detectores puede costar hasta 36 mil dólares. Es decir, el gobierno de México está gastando cerca de medio millón de pesos por unidad. Incluso, la página de Wikipedia sobre el GT200 señala que es alarmante la falta de crítica hacia estos aparatos en el país, pues la cobertura mediática no sólo ha ignorado el tema, sino que ha llegado a justificarlo. Por lo pronto, las autoridades han hecho mutis al respecto. Quizá —como con el detector molecular o el narcotráfico— creen que si lo desean con todo el corazón, el problema desaparecerá.
El fraude de los detectores moleculares en México escrita en ALT1040 el 2 March, 2011 por Pepe Flores